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LA NACION LINE
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24 de Abril de 2003
|
Opinión
| Nota
UNA INVASIÓN QUE IGNORÓ LA
REFLEXIÓN CULTURAL
UMBERTO ECO
Para LA NACION
Por
(BOLONIA)
En un artículo reciente, recordaba yo que para llevar adelante la guerra contra
Japón los altos mandos norteamericanos convocaron a una antropóloga
cultural, Ruth Benedict, para entender la mentalidad de un pueblo al que
tenían primero que vencer y después ayudar a recorrer el camino hacia la
democracia. Y observaba que, aparentemente, George W. Bush no ha hecho
lo mismo. En el término de dos semanas esta observación se ha confirmado.
Uno de los motivos del estupor de los altos mandos británicos y
norteamericanos (que ahora admiten que lo que quería ser una guerra
relámpago se está transformando en una empresa más larga y costosa) fue
que se esperaba que, no bien iniciado el ataque, divisiones enteras se
rendirían, sus comandantes harían causa común con las tropas aliadas y en las
ciudades los iraquíes se rebelarían contra el tirano. Esto no sucedió y la
explicación no es que ni los soldados ni el pueblo osaron rebelarse porque
temían una represión feroz de su gobierno: con semejante razonamiento, los
italianos no deberían haber organizado la resistencia porque los alemanes
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ahorcaban a los partisanos, mientras que fue justamente por la represión por
lo que muchos decidieron irse a las montañas.
Evidentemente, se les escapó un principio que la historia (a veces realmente
maestra de la vida) nos debería haber enseñado: las dictaduras logran
consenso y en él se apoyan. En Italia se trató de negar la afirmación de Renzo
De Felice según la cual el fascismo no consistía en un puñado de fanáticos
que oprimían a cuarenta millones de disidentes. Si el fascismo se sostuvo
veinte años, fue justamente porque de algún modo existía un amplio
consenso. Habrá sido un consenso originado más en la indolencia que en el
entusiasmo, pero existía.
La segunda enseñanza de la historia es que en una dictadura, aun cuando
existan formas de disenso, si se da un choque frontal con un enemigo
extranjero, surgen formas de identificación con el propio país. Hitler era un
dictador feroz y no todos los alemanes eran nazis, pero los soldados alemanes
combatieron hasta el final. Stalin era un dictador execrable y no todos los
ciudadanos soviéticos eran comunistas, pero resistieron con alma y vida a los
ejércitos alemán e italiano y finalmente vencieron. Y hasta los italianos, que
después de 1943 se unían a los norteamericanos o peleaban en las colinas, en
El Alamein actuaron con valor.
Astucias de la razón
Podríamos seguir con los japoneses, con el Vietcong y con todos los
ejemplos que quieran mencionarse. ¿Es tan difícil entender que el ataque de
un ejército extranjero provoca, al menos temporalmente, la cohesión del
frente interno?
Y sin embargo, lo repito, ni siquiera era necesario molestar a los catedráticos
de Harvard o de Columbia. Bastaba con elegir al azar una remota universidad
del Oeste para encontrar dos o tres jóvenes ayudantes de las cátedras de
historia o de antropología cultural dispuestos a explicar verdades tan
elementales.
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Es difícil decir si la guerra produce cultura, porque a veces las astucias de la
razón (como habría dicho Hegel) son extrañas. Ahí están los romanos
haciendo la guerra con Grecia, quizá pensando en latinizarla, y resulta, como
escribió Horacio, que "la Grecia conquistada conquistó [culturalmente] al
feroz vencedor". Otras veces la guerra produce, en cambio, barbarie. Pero si
no produce cultura, ¿debe por lo menos basarse en reflexiones culturales
previas? Hubo ciertamente una reflexión cultural detrás de los campañas de
Julio César y, por lo menos hasta el Imperio, Napoleón se movió por Europa
sabiendo qué expectativas había en los varios países a los que llevaba los
ejércitos de la Revolución.
Me imagino que Garibaldi tendría alguna idea acerca de la debilidad de las
tropas borbónicas y del apoyo que podría encontrar en algunos estratos de la
sociedad siciliana, a pesar de que, en resumidas cuentas, ni él ni Cavour
previeron que en el Sur invadido surgiría enseguida una fuerte resistencia
clerical y esa forma de repulsa popular que se manifestó con el bandolerismo.
Por cierto, un error en los cálculos hizo que el pobre Carlo Pisacane fuera
masacrado por aquellos de los que esperaba un cálido recibimiento. Y, ya que
estamos con estos temas, la tragedia del general Custer se debió,
probablemente, a una cierta falta de información sobre la psicología de los
indios.
Actos de ignorancia
Sería interesante ver (seguramente se ha hecho y simplemente ocurre que no
soy experto en la materia) qué guerras se hicieron sin despreciar o sin ignorar
la contribución de la cultura y cuáles en cambio estuvieron, desde el
comienzo, minadas por un acto de ignorancia. Es evidente que el de Irak
parece ser un conflicto que los ejércitos iniciaron sin consultar a las
universidades, por la desconfianza ancestral de la derecha norteamericana
hacia los intelectuales o, como decía Spiro Agnew, los "decadentes esnobs".
Es una verdadera lástima que el país más poderoso del mundo gaste tanto
dinero para hacer estudiar a sus mejores intelectos y que después no los
escuche.
3
_________________________________________________
Traducción de Marcelo Renard.
Fuente:
http://www.lanacion.com.ar/03/04/24/do_491073.asp
Diario LA NACION | Buenos Aires | 24/04/2003 | Página 17 | Opinión
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